17 de mayo del 2012
por Marilú Colautti
El poseer una vivienda digna donde morar con la familia es un derecho que nos asiste a quienes habitamos este suelo. El logro de ese objetivo históricamente, se ha visto dificultado, fundamentalmente por limitantes económicas, generando, la ausencia de este bien, complicadas situaciones sociales.
Desde el accionar de los gobiernos fueron implementados, con resultados diversos, distintos planes para poder poner al alcance de todos la añorada vivienda propia.
En los últimos tiempos en esta región, fundamentalmente, los planes habitacionales fueron raleados, y la situación de muchísimas familias, que aguardan la vivienda, se torna insostenible.
Fruto de ánimos exacerbados por la carencia y por el cansancio de aguardar por una vivienda, en la ciudad de Sunchales, esta semana se presentó un reclamo que, al menos podemos calificar de insólito, ya que la familia que aguarda una vivienda desde hace mucho tiempo, dejó el lugar que habitaba y llevó sus pertenencias frente al Municipio, aguardando que sea el Estado que vaya en su socorro y se haga cargo de conseguirles una vivienda y el alquiler que represente.
Más allá de que la necesidad sea real, que la paciencia se agote, no podemos pretender que el Estado se haga cargo de nuestro sostén, como mínimo debemos avenirnos -aunque más no sea- a una pequeña contraprestación para retribuir. Pero como el mal ejemplo de las dádivas para atemperar cualquier situación social, cunde y a pasos agigantados se extiende a todo el accionar humano, hay personas que creen que, con exigencias destempladas, están defendiendo sus derechos.
Es hora que todos aprendamos que en vez de regalar el pescado -con el que comerán un día- hay que enseñar a pescar, para un real sostenimiento en el tiempo.
Fuente: La Opinión
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