En Argentina, la casa propia es el sueño que se aleja

03 de julio del 2012

Fabiana Savall, con su familia, en el departamento de tres ambientes que alquila en el barrio de Congreso. Foto: LA NACION/Fabián Marelli

Gabriela Garrone siente que el sueño de tener su propia casa duerme sobre la línea del horizonte. Cuando ella da un paso, el sueño se aleja un paso. Si da cinco, la casa se aleja otros cinco. Hace cuatro años se mudó con su novio. Ambos rondan los 30 años y son profesionales. Alquilaron una casa como un paso provisorio: soñaban con comprar. «Ahorramos un sueldo por mes porque nos damos pocos gustos. Ahora que tenemos que ahorrar en pesos, siento que la casa se nos aleja cada vez más… Y el esfuerzo de ahorrar vale cada vez menos», se lamenta.

La historia de Gabriela es cada vez más frecuente en la clase media porteña. Según los datos del último censo, después de Santa Cruz, la ciudad de Buenos Aires es el lugar del país donde es menos probable que uno sea dueño de casa.

Diez años atrás, el 72% de los hogares porteños era ocupado por propietarios. Hoy lo es sólo el 62,5%. Pero no sólo hubo cambios en los porcentajes. En el último censo se contabilizaron 43.252 dueños menos ocupando sus viviendas que hace una década. Entonces, había un inquilino cada tres propietarios (22%), hoy, hay uno cada dos (31%).

Ser dueño del piso y del techo de la casa en la que se vive es un sueño cada vez más lejano. Más allá de los anuncios oficiales, los precios de las propiedades, la devaluación del sueldo, la falta de créditos accesibles a la clase media y ahora la imposibilidad de conseguir dólares han hecho que los propietarios sean una raza en extinción, contra los inquilinos, que van en aumento.

En contrapartida, las provincias en las que es más probable ser dueño de casa son Santiago del Estero (86,2%), Catamarca (81,7%), Chaco y Tucumán (77,7%) y Misiones (76,9%). Los números de la ciudad de Buenos Aires se acercan a los de países como Gran Bretaña, donde los inquilinos son el 30%, o Alemania, el 40%. En España, son el 16%. Y en una ciudad como Nueva York, el 66%.

Foto de la página web.

Una encuesta que realizó la Asociación de Empresarios de la Vivienda indicó que el 70% de los inquilinos afirma que tuvo que alterar sus planes de vida. El 29% decidió postergar la paternidad y el 17%, el matrimonio. También se retrasó el abandono del hogar paterno.

Hay varias razones para entender el «proceso de inquilinización de la familia argentina», como lo llama Eduardo Levy Yeyati, doctor en Economía de la Universidad de Pennsylvania, profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT y director de la consultora Elypsis.

EL DESAHORRO

«El instrumento de ahorro de las clases medias y bajas históricamente fue el ladrillo. Pero aquí, en los últimos años, operó la lógica del desahorro. Durante la última década, el potencial propietario que no calificó para una hipoteca alquiló y se endeudó con el banco no para comprar una casa, sino un auto, un televisor u otro bien de consumo. Los ahorros -o el ingreso adicional que podría haberse ahorrado- se desplazaron del ladrillo a otros bienes durables de rápida depreciación. Esto explica en parte la caída en la proporción de dueños de las propiedades que habitan», dice Levy Yeyati.

EL DIVORCIO DEL SALARIO Y EL M2

«Desde la devaluación de 2001, se amplió la brecha salario-valor del m2. Los valores de las propiedades siguieron en dólares y los salarios, en pesos», explica Germán Gómez Picasso, de la consultora Reporte Inmobiliario (RI). Para comprar un departamento en Caballito son necesarios 7,9 ingresos anuales totales, según la consultora CDI. Se calculó sobre la base de un 3 ambientes de 60 m2 y se estimó sobre lo que hoy para el Indec es el sueldo promedio, de 5448 pesos. En 1993, se necesitaban 5,29 sueldos anuales.

Significa que un trabajador hoy necesita destinar más de un sueldo y medio para comprar un metro cuadrado. Alquilar ese departamento le cuesta 2692 pesos, es decir, menos de la mitad de su sueldo.

PÉRDIDA DEL VALOR DEL AHORRO

Hay que restarle la pérdida de valor a la que quedan sujetos los ahorros a causa de la inflación. «Si el rendimiento promedio de los depósitos en el banco es del 5%, la inflación hoy se lleva entre el 15 y el 20% de los ahorros por año», explica Levy Yeyati.

UN MUNDO SIN CRÉDITOS

Los consultores inmobiliarios apuntan a la falta de crédito a tasas accesibles. Estiman que los planes de vivienda lanzados por el gobierno nacional se diluyen ante la magnitud del problema habitacional. Unas 100.000 viviendas en dos años es un avance pero lejos está de revertir la inquilinización o de resolver el problema estructural. Las clases media y alta, que normalmente compran con hipoteca, hoy están limitadas porque una hipoteca de cuota fija en un contexto inflacionario eleva el valor de la cuota inicial en términos de salario, una de las condiciones de acceso al crédito. Hoy, quien compra una casa es quien vende una propiedad.

DÓLARES CONTRA PESOS

La relación precio del alquiler y valor de la propiedad es relativamente baja. Aunque para los inquilinos los precios del alquiler están por las nubes e insumen una parte cada vez más importante de sus ingresos, lo cierto es que mientras en los últimos años los alquileres subieron el 20 por ciento anual en pesos, el valor del metro cuadrado se incrementó un 17 por ciento en dólares.

INVERSIÓN CONTRA LA INFLACIÓN

Las propiedades se convirtieron en un refugio contra la inflación. La mayor parte de los departamentos del boom inmobiliario está en manos de inversores. Esto implica que la posibilidad de comprar una casa para la clase media sea cada vez más lejana.

Desde el fin de la convertibilidad, según la consultora CDI, los departamentos incrementaron 197% su valor en dólares y 779,7% en pesos. «Es posible pensar la evolución negativa del porcentaje de dueños de hogar como un producto indeseado de una política de fomento del crédito barato y de la demanda agregada que termina ahogando al primero (en rigor, limitándolo al préstamo corto de consumo), direccionando la segunda hacia el consumo suntuario y encareciendo la propiedad en tanto activo de reserva, refugio contra la inflación», dice Levy Yayeti.

 

Fuente: La Nación

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